Por Antonio Sánchez, Adjunto a Dirección.
La imagen personal podría definirse como un conjunto de cosas que proyectamos de nosotros mismos y que los demás perciben a su vez. Si durante ese proceso, de emisión y recepción, pensamos que la imagen que tenemos de nosotros, y la imagen que ven los demás, es la misma, estamos en el camino correcto para sentar unas bases sólidas y construir nuestra marca personal de forma íntegra.
Sin embargo, si la imagen que proyectamos difiere -por poco que sea- de la apariencia que los demás tienen de nosotros entramos en un conflicto que puede afectarnos personal y profesionalmente. En este sentido somos nuestro propio producto y el marketing personal hay que saber gestionarlo más allá del mundo virtual.
Un error muy común es pensar que la imagen sólo la determinan nuestra higiene, cabello, vestuario o los complementos que utilizamos, sin tener en consideración otras cosas como, por ejemplo, nuestra formación, conocimientos, habilidades sociales, la comunicación verbal y no verbal que, por otro lado, difieren dependiendo del país, cultura o tradición.
En la era de la tecnología, y donde todo es inmediato, la imagen, nuestra imagen, sigue siendo caballo de batalla para muchas personas. Somos capaces de tener una imagen perfecta en los perfiles de nuestras redes sociales, de controlar nuestro propio producto, es decir, nuestra imagen de marca, el marketing personal, de contarle al mundo todo lo que sabemos o somos capaces de hacer, personal y profesionalmente. Sin embargo, en muchos casos, esa imagen que triunfa en la red se viene abajo cuando pasamos del estado virtual al real interactuando con los demás en un cara a cara.
Pongamos un par de ejemplos. ¿Cuántas veces nos han hecho una fotografía y no nos ha gustado el resultado final porque “ese no es mi mejor perfil”?. ¿Cuántas veces, en una grabación de vídeo, nos han parecido horrorosos -entre otros- los gestos o el timbre de nuestra voz? Cuando esto ocurre entramos en un conflicto de no querer aceptar aquello que los demás sí conocen de nosotros aunque pensemos lo contrario porque, para los demás, somos así.
En definitiva debemos tener claro que la imagen que vendemos de nosotros y nuestra forma de ser han de ser iguales, seamos como seamos, sin perder de vista la delicada línea que separa lo personal de lo profesional y, en este sentido, lo público de lo privado. De lo contrario seremos dos personas distintas, la primera marca y la marca blanca, con ingredientes y principios activos muy distintos en nuestro etiquetado. Por lo tanto obsérvate, obsérvate, obsérvate, no dejes de hacerlo, diviértete haciéndolo y sé una persona crítica contigo. Empieza por conocerte. Hazlo ya si quieres venderte mejor.